Un reportaje revela un aumento preocupante de menores involucrados en delitos en República Dominicana. El caso de un joven de 13 años, conocido como “El Diablón”, ha generado alarma y expuesto una situación recurrente en diversos barrios. La falta de oportunidades y la vulnerabilidad social son factores clave en este fenómeno.
Un reportaje de N Investiga, de Nuria Piera, describe cómo, en República Dominicana, un número cada vez mayor de jóvenes se ven implicados en actos criminales. El caso de Ángel, apodado “El Diablón”, un adolescente de 13 años residente en Villa Faro, ha provocado inquietud en la sociedad y ha puesto de manifiesto un problema que se repite en muchos barrios del país.
Su nombre se hizo viral en las redes sociales a mediados de octubre, cuando se difundieron fotos de él portando armas junto a otros jóvenes bajo el nombre de “Bloque Z” o “Los Campana”, un grupo acusado de numerosos robos y atracos. El comunicador Tolentino lo identificó públicamente como el jefe de una banda de menores, lo que generó una ola de reacciones.
Su madre, Cheyli de los Santos, expresó entre lágrimas su deseo de que “todo esto termine”. Explicó que en varias ocasiones ha entregado personalmente a su hijo en los destacamentos policiales, pero siempre es puesto en libertad debido a su condición de menor. “Como no puede ser encarcelado, me lo devuelven”, se lamentó.
El youtuber Coro Calle lo entrevistó días después, momento en que el niño aceptó entregarse. En la grabación, se mostró tranquilo y negó ser el líder de alguna banda. Sin embargo, pocos días después fue detenido nuevamente junto a otro menor. El portavoz de la Policía Nacional, coronel Diego Pesqueira, explicó que el joven fue sorprendido con una motocicleta robada y que la detención “no fue resultado de la presión de los medios”.
Ángel creció en Villa Faro, en el municipio Santo Domingo Este. Es el mayor de tres hermanos y su madre lo tuvo a los 15 años. Sin un empleo estable y sin el apoyo del padre, quien emigró a Estados Unidos y desarrolló adicciones, la familia ha vivido en medio de carencias y desesperación. Ángel abandonó la escuela en tercer grado y, según explicó su madre, CONANI solo ofreció apoyo psicológico temporal cuando solicitó ayuda en 2022.
“Siempre busqué la manera”, comentó Cheyli. “Ahora dicen que deberían haberme ayudado antes”.
La historia de “El Diablón” no es un caso único. Otro caso similar fue el de “Chukito”, de 14 años, una joven promesa del baloncesto que murió en un enfrentamiento con la Policía en 2024. Su madre relató que las patrullas llegaban al barrio “como si fuera una guerra”.
En Villa Faro, donde residen más de 123 mil personas, con unas 87 juntas de vecinos y 90 fundaciones u ONGs, líderes comunitarios advierten que la delincuencia ha cambiado: ahora son los menores quienes dirigen las bandas. El presidente de la Asociación de Juntas de Vecinos, Rafael Amparo, afirmó que “la delincuencia no ha disminuido, sino que ha cambiado de tamaño; ahora está representada por los niños”.
El dirigente Sucre Julián, con más de medio siglo de trabajo comunitario, precisó que solo en 15 calles se han identificado 14 bandas y 11 puntos de venta de drogas. Vecinos como Diana de los Santos denunciaron que incluso sus propios hijos han sido asaltados “a punta de pistola por menores del mismo barrio”.
Las comunidades han elaborado listas con los robos que se producen con frecuencia, especialmente de medidores eléctricos, retrovisores, ventanas y cables. A pesar de las denuncias, aseguran que la Fiscalía no investiga ni se producen detenciones.
Amparo explicó que el destacamento policial del sector “es una ratonera”, con menos de 20 agentes activos para más de 70 barrios. Por su parte, el coronel Pesqueira comunicó que la Policía planea enviar una comisión para evaluar las deficiencias del cuartel.
A la falta de vigilancia se suma la supuesta complicidad de algunos agentes con el microtráfico. Julián denunció que “los puntos de droga pagan hasta 3,500 pesos semanales como soborno”. Pesqueira instó a los miembros de la comunidad a denunciar a los malos policías “ante Asuntos Internos y la Inspectoría”.
El microtráfico se ha extendido hasta involucrar a menores. Julián explicó que deportados y adultos reclutan a niños para distribuir sustancias en mochilas o patinetas eléctricas. Los parques abandonados se han convertido en puntos de consumo y venta.
Uno de esos espacios, iniciado por el exalcalde Alfredo Martínez (“El Cañero”), recibió más de cinco millones de pesos en fondos públicos sin que se terminara. Allí hoy se queman cables robados para extraer cobre, mientras que el parque parece un vertedero.
Los líderes comunitarios denunciaron además la falta de alumbrado público, escuelas y espacios deportivos. “Hasta los postes de luz los compramos nosotros”, aseguró Maribel Chivali, presidenta de una junta de vecinos.
En Villa Faro hay solo siete escuelas públicas básicas y cuatro liceos, lo que deja sin cupo a más de tres mil estudiantes de bachillerato cada año, según explicó Sucre Julián. Las escuelas de arte y la Casa de la Cultura sobreviven con fondos recolectados por las propias juntas y las iglesias.
“El profesor de música solo tiene una flauta y el de pintura ni mesa ni sillas”, comentó Julián. Los comunitarios aseguran que las canchas deportivas están destruidas y los proyectos multiusos permanecen inconclusos desde 2013.
El psiquiatra infantil Edison Rodríguez Díaz explicó que muchos menores delincuentes provienen de hogares sin supervisión parental. “Son niños vulnerables, manipulables, que buscan pertenencia y protección”, detalló. Agregó que más del 60% de los hogares del sector están dirigidos por madres solteras.
Rodríguez advirtió que la influencia de las redes sociales y de la música urbana “glorifica la delincuencia y el dinero fácil”. Los niños, dijo, “crecen viendo modelos que celebran el poder, no el esfuerzo”.
El coronel Pesqueira afirmó que la Policía Antipandillas realiza programas de prevención e intervención, con más de dos mil charlas en el último año. Sin embargo, subrayó que “la solución debe ser conjunta: familia, escuela, comunidad y Estado”.
El caso de Ángel, como el de muchos otros, refleja una niñez sin orientación, atrapada entre la pobreza, la falta de oportunidades y la influencia de un entorno que celebra lo prohibido.
Su madre resumió la tragedia con una frase que duele: “Él se cree famoso porque tiene muchos seguidores”.